El malestar al alcance de todos es para mí una novela difícil de calificar. Está formada por nueve poemas y catorce cuentos y todos ellos provocan eso, malestar, incomodidad. Nos muestran situaciones, personajes molestos que además, como dice el título tan bien logrado, están al alcance de todos. Son relatos muy familiares, de hecho, los protagonistas podrían ser nuestra vecina, nuestro jefe, la cajera del supermercado que vemos cada semana, incluso nosotros mismos. Nos muestra ese lado un punto miserable que, nos guste o no, todos tenemos en mayor o menor grado.
Los relatos son muy buenos pero al final quizás me han generado pesadez, la sensación de "más de lo mismo". El ritmo no varía, están todos escritos en primera persona y no se notan grandes diferencias de estilo entre los narradores de cada relato. Todo esto me aumentó la sensación de repetición. Creo que estos mismos relatos leídos de manera espaciada ganarían mucho más y el lector los disfrutaría y apreciaría de una manera más justa. ¿Por qué? Porqué el último no es mejor que el primero (gustos a parte) pero está el último y eso, en este libro es lo peor que te puede pasar.
La prueba de todo esto es la siguiente historia que contaré. Compré este libro de casualidad. Estaba ojeando libros en la FNAC y me topé con éste en edición de bolsillo. Me llamó la atención la portada, el título y que la foto de la autora me recordaba a una compañera de piso que había tenido cuando era "joven" (la compañera guai, la chunga era una escocesa que cocinaba "polla al horno" y que bebía bastante más de lo aconsejable, pero me estoy yendo, perdón...) El caso es que allí mismo, de pie, me leí el relato El mueble auxiliar. Me pareció genial, destilaba un cinismo poco habitual, muy inteligente y muy muy cercano (de nuevo, al alcance de todos). No recuerdo la razón pero ese día no compré el libro. Meses más tarde volví a buscarlo y me lo leí de una tirada. Y ese relato ya no lo encontré tan fascinante, ni tan original ni tan inteligente. Me gustó pero no fue como la primera vez. Y todo por culpa de las 61 páginas anteriores que le restaban originalidad, que no mala leche ni cinismo.
Es un libro que iré releyendo, las historias son muy buenas y sobre todo inteligentes, pero como se suele decir, lo poco agrada y lo mucho cansa, y yo creo que esta sobredosis de malestar me mató. Lo mejor será releerlos para sacarles todo su jugo, pero sin prisa. Quizás la culpa es mía por no dosificarme, pero está claro que no dudo en ningún momento de la calidad de los cuentos. Antes de escribir esta reseña me he vuelto a leer Libro de familia que me ha arrancado un par de carcajadas importantes.
De los nueve poemas que también se incluyen en el libro no voy a decir gran cosa. Sencillamente a mí no me han gustado mucho pero yo no soy muy aficionada a este género así que mi opinión no tiene mucho fundamento.
Desde luego pienso repetir con la autora, Taxidermia está en mi lista de pendientes hace tiempo así que ya os contaré. Ahí va una foto de Mercedes Cebrián para el que tenga curiosidad de saber a quién se parecía mi compañera de piso .
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Mercedes Cebrián |
¡Bona nit!