Con el tren atestado de gente un viernes por la tarde, con algún codo incrustado en mis costillas, mis fosas nasales saturadas por el exceso de olores corporales y con una semana horrible a mis espaldas. Este fue el entorno en el que finalicé la tercera parte de 1Q84 y por defecto la trilogía.
Cerré el libro y lo primero que pensé fue “Espero que Susana todavía no se lo haya comprado, ya se lo dejaré yo porqué no vale la pena….”
Así que ya veis, para acabar de redondear tan funesta semana me sentí bastante decepcionada por esta tercera parte tan pobre, aburrida y con la sensación de que no hacía falta, de ser una obra de relleno. Si no nos iba a aportar nada nuevo, o prácticamente nada no hacía falta editar un libro de 414 páginas. Prácticamente no hay acción, muchas reflexiones pero repetitivas. Tres protagonistas y más o menos todos van llegando a las mismas conclusiones pero en momentos diferentes. El resultado es que el lector lee la misma conclusión por triplicado, supongo que es la manera de cerciorarse de que el lector un poco tocho es capaz de entender lo que se le está explicando. Un punto insultante incluso.
Eso sí, al más puro estilo Murakami, la historia se queda con muchos interrogantes a los que cada uno le puede dar la interpretación y el simbolismo que le apetezca, pero esto ya es típico en este autor, así que este punto para mí no ha sido sorprendente.
Me parece que estoy siendo muy radical pero es que los dos primeros volúmenes me gustaron bastante y éste ha sido un chasco de los gordos. No es que esté mal escrito, es que me ha resultado insustancial. Si tuviera que adjetivarlo diría que el libro es aburrido.
Cómo os he dicho, he tenido una semana bastante negra así que igual mi positivismo y tolerancia estaba en otro mundo y mi sentido crítico trabajando horas extras, pero ésta ha sido mi sensación.
De todas maneras, si habéis leído los anteriores os habéis de leer este tercero. Aunque sea por tranquilidad mental, si no se lee el tercero no has llegado al final.