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Me gustó tanto Lo bello y lo triste que quise continuar con
la obra de Yasunari Kawabata y me leí La casa de las bellas durmientes o
también titulada La casa de las bellas dormidas. Una novela muy cortita (en un día me lo había leído y con interrupciones) pero también muy
intensa. Si habéis leído Memorias de mis putas tristes veréis que Gabriel
García Márquez empieza su novela con el siguiente párrafo del libro antes del primer capítulo:
«No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano
Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la mujer
dormida ni intentar nada parecido.»
Yasunari Kawabata,
La casa de las bellas dormidas
La influencia de este cuento está clara en esta obra de García Márquez, hay quién incluso habla de plagio. Si habéis leído ambos podéis juzgar vosotros mismos.
Pero volviendo a Kawabata y a su obra, en La casa de las bellas durmientes Eguchi es el protagonista, un señor mayor que aun no se
considera viejo en comparación con alguno de sus amigos. Uno de ellos le comenta
que existe una casa en la que pagas por dormir junto a jóvenes narcotizadas vírgenes de una
gran belleza. Sólo hay algo que no se permite y es hacer nada de mal gusto con las bellas durmientes. Eguchi decide comprobar personalmente que placer le pueden ver “los viejos” en
dormir junto a jóvenes completamente dormidas y acude a la casa. Acude una vez, dos, tres, … y cada vez con más frecuencia. ¿Por qué? Por todo lo que es capaz de sentir
junto a cada una de las chicas que la
madame le proporciona.
Las bellas durmientes le despiertan recuerdos de sus
amantes, de sus hijas, … un montón de historias olvidadas y que reaparecen
gracias a esos olores y texturas de esas chicas jóvenes, que nunca se
despiertan, que nunca sabrán quién ha estado con ellas y con quien no puede mantener
ningún tipo de relación. Pero en definitiva ellas le dan vida, le hacen sentir.
“Eguchi pensaba antes que las muchachas que no se
despertaban eran una perpetua libertad para los ancianos . Dormidas y mudas,
decían lo que los ancianos deseaban.”
De nuevo un argumento
que podría parecer burdo y que Kawabata convierte en algo dulce y delicado, incluso sensual. Y
de nuevo vuelvo a quedarme sorprendida con la facilidad y normalidad con que Kawabata trata el tema de las amantes en la vida de los varones japoneses. Sinceramente no sé si es un tema propio de este autor o es habitual en novelas japonesas, o sencillamente casualidad de que este tema aparezca en las dos obras suyas que he leído. Es
como si la infidelidad fuera algo implícito / aceptado en cualquier matrimonio. Curioso si más no.
Seguramente este libro merecerá una segunda lectura un poco
más reposada. Es un libro bonito que bien lo merece.