Suite francesa es el segundo libro de la escritora Irène Némirovsky, pero después del buen sabor de boca que me dejó El Baile tenía claro que había de repetir.
La verdad es que a parte del estilo sencillo y elegante, de la capacidad de analizar los personajes y de dotarlos de una gran consistencia y coherencia, las dos novelas poco tienen en común. Ambas comparten personajes adinerados, ricos, egoístas e incluso banales, pero a parte de estos detalles son novelas bastante diferentes.
Suite francesa transcurre entre los años 1939 y 1942. La novela está estructurada en dos partes. La primera, Tempestad en Junio, narra cómo diferentes personajes pertenecientes a estratos sociales muy alejados unos de otros, viven la huida de Paris días antes de la invasión alemana. La verdad es que pese a haber leído bastantes libros sobre la segunda guerra mundial, es la primera vez que me encuentro con un relato sobre el éxodo forzado al que se vieron sometidas muchísimas familias durante la guerra. Parece un episodio que no existe, que se da por supuesto, que se sobreentiende, pero aquí está explicado con todo lujo de detalles lo que conlleva una huida de estas características: los preparativos, las maletas, lo que me llevo, lo que dejo, a quién dejo, … Cada personaje con su historia, con su vida y sus prioridades. La capacidad de adaptación (mayor cuanto más bajo es el estrato social al que se pertenece) es primordial para sobrevivir, junto con los privilegios que se puedan obtener, la astucia y sobre todo la suerte.
La segunda parte, Dolce, toca otro tema poco explotado literariamente: la convivencia entre los soldados alemanes y el pueblo derrotado. Soldados alemanes que mientras esperan un nuevo destino viven entre y con franceses, en sus casas, compartiendo estancias, comidas y recuerdos. Es una convivencia tranquila, lo que dificulta a ciertos personajes no acabar teniendo estima hacia algunos de esos alemanes que les explican que encuentran a faltar a su mujer, o que tienen una hija pequeña a la que hace meses que no ven.
Un libro con una prosa exquisita, sencilla y cuidada, con mucho peso en todos los personajes y además una curioso documento sobre cómo se vivieron los primeros años de la guerra en ciertas ciudades francesas. En todo momento se muestra una Francia apática, vencida y resignada.
Cómo comenté en mi reseña de El Baile, Irène murió asesinada a los 39 años en el campo de concentración de Auschwith, dejando tras de sí dos hijas y una maleta llena de manuscritos entre los que se encontraba Suite francesa. Al cabo de los años su hija Denise decidió mecanografiar el manuscrito antes de confiar la obra de su madre al conservador del IMEC (Institut Mémoire de l'Édition Contemporaine). Con la ayuda de una lupa pudo descifrarlo, ya que estaba escrito en letra minúscula para economizar tinta y papel.
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